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Entre dos tierras: un viaje por el Norte y el Sur de La Unión


"Nunca es tan hermoso el sol como el día en que uno se pone en camino",

Jean Giono.



Texto por: Edison Orozco Toro




Amanecer en La Unión

Foto: Mónica Orozco.


En medio de un valle, rodeado de colinas y de pastos verdes, una capa de neblina se levanta perezosa para dar paso a los rayos del sol que asoman en lo alto de la cordillera Central. Poco a poco las brumas dejan ver un poblado donde se oyen campanas, tractores, aparatos embarrados, automotores y pasos humanos que agitan la vida. En los alrededores la actividad se concentra en floristerías, en pequeños cultivos… Los sonidos se confunden entre mugidos, ladridos, radios y traqueteos de máquinas que llevan líquidos blancos de ubres a canecas. Olores de aguapanela y café se escapan de las cocinas. Ha empezado un día más en el Norte de La Unión.


Arriba, la lucha del día y la noche ha ocasionado que las nubes se tiñan de rojos. En la montaña, en las tierras empinadas, miradas cansadas de la brega diaria contemplan con cautela el regalo natural. Las aves recogen sus alas, el agua de las cañadas suena con más fuerza, corriendo libre por entre puentes viejos y montes oscuros que se resisten a la luz artificial. Ollas a presión anuncian el sabor de frisoles y comidas sencillas en casas silenciosas y distantes entre sí. Las sombras se apoderan de esa colcha de retazos llamado "trabajadero". El aire del verano se mezcla con el aroma de los frutos en sazón. Ha terminado un día más en el Sur de La Unión.


Dicen los expertos que hasta la época de las glaciaciones el tradicional Vallejuelo era un enorme lago congelado, contenido por una cadena de colinas a su alrededor y que generan, hasta hoy, la ilusión óptica de estar dentro de una pequeña taza de té verde. Nuestra poeta, Lilia Arias, le canta a un viejo volcán. Al escaparse el agua por el cerro de Las Gemelas fue quedando un abundante material que hoy conocemos como caolín. Se habla de suelos pantanosos que escurrieron sus aguas a través de un naciente río que luego llamaron Piedras, que sigue danzando tranquilo por toda la zona. De allí fueron quedando unas tierras barrosas, ricas en nutrientes, que la acción humana fue volviendo trabajable desde hace unos 200 años, hasta el punto de transformarlas en las fincas de ensueño de los más pudientes del pueblo.



Vista del Norte unitense desde el Morro Peñas

Foto: Santiago Castaño



El Sur se sigue clasificando dentro de la zona relacionada con el batolito antioqueño, es decir, aquellas formaciones geológicas de masa de granito. Son tierras con amplias extensiones de monte, donde se aprecian árboles nativos como el siete cueros, el yarumo, el roble, el drago, el amarra bollo, el chilco, entre otros; con suelos de alto grado de inclinación, pedregosos y ácidos –de ahí la abundancia de helechos–, que hacen más dura la labor por la necesidad de cultivar en terrazas y agregar cales y abonos complementarios. La forma predominante de tenencia de la tierra ha sido el minifundio de familias campesinas. El modelo de trabajo que ha prevalecido es la "compañía", especialmente en cultivos de papa.



Vista del Sur unitense, sobre el corregimiento de Mesopotamia

Foto por: @volandoporantioquia


El mapa actual no dice que para obtener ambas tierras estuvimos en pleitos independentistas durante más de un siglo con las gentes de El Carmen de Viboral y La Ceja. El resultado fue el siguiente:


Las escrituras colectivas señalan que del amplio valle del Norte solo nos pertenece la mitad, del río de La Madera para acá, el occidente. Por el afluente, que se extiende y divide Las Acacias y Mazorcal, se comprende no solo que quienes viven de ahí para allá tienen sus obligaciones fiscales y burocráticas en las “oficinas de la loza”, sino que también tienen garantizados algunos derechos básicos como educación, servicios públicos y asistencia en obras sociales. "Nos va mejor que a ustedes, aunque la vida social, económica y afectiva nos vincule más a su terruño", me dijo una profesora, orgullosa de su colegio. Ah, y la mayoría de agua que bebemos es de ellos. En conjunto, las de allá y las de acá han sido las mejores tierras, más intercomunicadas, fértiles, planas, tractorables, cercanas y costosas. El precio se ha disparado. Neo rurales e inmobiliarias presionan con sus lujosas casas de campo.



Unidades geomorfológicas de lo que podría ser el Norte (verde menta)

y el Sur (verde oscuro).

Fuente: Masora-PBOT La Unión, 2010.


El Sur, quizás por tener alguna de las tres "f", feo, frío o faldudo, sigue siendo un poco más asequible en precios. Fue el pedazo que le arrancamos a La Ceja, con la vieja fonda de camino que hoy conocemos como Mesopotamia. Cultivarlo es más difícil, su acceso es lejano, quebrado y se requiere más amor a la tierra para sacarle el sustento diario. Su principal belleza reside en lo natural. Es rico en flora y fauna. Desde la cámara de launionfauna (https://instagram.com/launionfauna?igshid=14x8qr1l8ykf6 ), ubicada en la vereda El Guarango, se han visto tigrillos, zorros, cusumbos, pavas, tayras, entre otras especies de animales. Parte de sus aguas las beben los de Medellín. Se habla de proyectos de turismo ambiental en lugares como el cerro Chapecó o en el viejo Minitas. También lo pretenden los neos rurales, las multinacionales y los proyectos mineros energéticos.


Los moderados en el deporte tienden a preferir a Vallejuelo. Sus caminos son planos, cercanos e iluminados. Recorrer partes de La Almería, La Palmera, La Madera, Las Acacias o Mazorcal evoca en la memoria dichos árboles o plantas a la vera del camino. Sigue siendo la ruta preferida por caminantes, nuevos ciclistas empiezan a explorar el destapado en estos tiempos de pandemia. Por estos y otros caminos pueden dar una vuelta de 360 grados sin perder de vista las ventas de viandas veredales y sin alejarse del casco urbano. La sesión fotográfica se recomienda en los lagos azules de Chuscalito y La María. El reto ha sido subir a El Peñas para ver a su majestad el Norte.


De espaldas están las aguas de la cascada El Presidio, y mucho más al suroriente el deportista de aventura se sumerge en los caudales del Piedras Sur, El San Miguel y El Buey; por trochas y caminos de herradura se escucha y contempla pájaros de diversos tipos: sinzontes, barranqueros, tucanes, carriquíes, toches…; sube y baja por largas carreteras pedregosas, cruza por Puente Tablas, trata de contar Siete Quebradas –en realidad son cinco–, sube a La Divisa, al alto de Fátima o al del Dulce, donde otrora tocaba parar a comer panela y así coger fuerzas para llegar a “Meso”. El reto ha sido subir al cerro San Miguel para ver a su majestad el Sur.



Panorámica de la vereda La Cabaña, y al fondo la vereda Las Teresas

Foto: Patricia Orozco


Fue en el Norte donde hicieron sus primeras incursiones los grupos paramilitares, tratando de acercarse y controlar el Sur, donde pululaban los guerrilleros. La masacre más conocida fue en Mesopotamia (26 de abril del 2000), aunque muertos hubo en ambos lugares. Se enterraban en el Norte, pero fue en el Sur donde quedaron decenas de casas destruidas, deshabitadas, desoladas por la muerte que acechaba en barrancos y cañadas. Excepto en el alto de Fátima y San Miguel, donde la viejas historias de fantasmas contuvieron un poco al violento, el territorio fue invadido por miedos más profundos e indignantes, los que causa la degradación de lo humano contra lo humano. El Norte, ante la presión de hacendados, empresas de flores y caolín, retornó a la calma más rápido, el Sur aún se recupera.


¿Qué más puedo decirles? Que la población es mayoritaria en el Norte; que la arquitectura no es muy diferente, aunque las casas del Sur guardan algo de lo que fueron las viejas colonizaciones; que en el Sur hay más pobreza y desigualdad, por más que la mayoría tengan moto o carro; que la señales de telecomunicaciones son 4G en el Norte, mientras que del otro lado las conexiones que se expanden son de otro tipo, naturales; que gente amable y prevenida hay en ambas partes, aunque a mí me suenan más dulces las palabras de los sureños, como la aguapanela y los jugos que sirven; que hay más vacas en Vallejuelo y más paperas en las laderas. En fin… tan diferentes y similares dos lugares que conforman 26 veredas (yo digo que La Madera y Mazorcal también son nuestras), un corregimiento, un poblado, un municipio que a la fecha cuenta con 20.796 habitantes.


Como lo habrá notado el lector, esta separación entre dos tierras puede resultar caprichosa y arbitraria, pues lo que pasa en el Norte también puede suceder en el Sur y viceversa. La geografía de lo humano difícilmente resiste fronteras. El sol y la luna podrían alumbrar igual para ambos lugares. Empero, apelo a mi derecho subjetivo de describir este pueblo. Aquello que leo, veo, toco, escucho, huelo y saboreo hace parte de mi relación y experiencia vital con el territorio. Las clasificaciones y tipificaciones que aquí planteo no tienen otra pretensión diferente que invitarle a que viaje por estos lares, que sienta, recorra y construya sus propios significados sobre un territorio de 198 kilómetros cuadrados llamado La Unión.



Atardecer desde la vereda La Cabaña

Foto por el autor




Fuentes de apoyo


Arias, Lilia. (1997). Avatares de una fénix. Una historia en poemas. La Unión: Beneficencia de Antioquia.


Alcaldía de La Unión Antioquia (2021). Plan Básico de Ordenamiento Territorial 2018. Recuperado de http://www.launion-antioquia.gov.co/planes/plan--basico-de-ordenamiento-territorial


Departamento Nacional de Estadística. (2020). Ficha estadística. Censo La unión. Recuperado de https://www.dane.gov.co/


Diálogos y entrevistas con habitantes “sureños” y “norteños” del territorio de La Unión.


García, Clara Inés. (2007). Conflicto, discursos y reconfiguración regional. El Oriente antioqueño: de la violencia de los 50 al Laboratorio de Paz. Controversia, 189, 129-146. Bogotá: Cinep.


INER. (1995). La Unión. Estudios de localidades. Medellín: Cornare.


Launionfauna: https://instagram.com/launionfauna?igshid=14x8qr1l8ykf6


Parsons, James. (1961). La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, 2da ed. Bogotá: Banco de la República.


Uribe, Manuel. (2009). Geografía General del Estado de Antioquia en Colombia. Recuperado de http://bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/264/1/UribeAngel_2009_GeografiaGeneralAntioquia.pdf


Valencia, Valentina. (2020). Mesopotamia: retos de hoy, 20 años después de la masacre. [Mensaje de un blog]. Recuperado de https://corporacionadagio.wixsite.com/adagio/post/mesopotamia-retos-de-hoy-20-a%C3%B1os-despu%C3%A9s-de-la-masacre

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