Por: María Valentina Valencia Bedoya
Comunicadora Social-Periodista
El conflicto armado en Colombia es un libro que no se termina de escribir. En Mesopotamia, ese pequeño caserío ubicado en la ladera de una montaña a 19 kilómetros del municipio de La Unión en Antioquia, solo están escritos unos pocos renglones de este episodio. Los habitantes del pueblo y sus veredas aledañas, sufrieron desde el año 1995 hasta 2003, un ciclo de violencia en el marco de ese conflicto vivido en nuestro país. Son muchas las historias guardadas en la memoria de su gente, de sus calles y campos, pero una de ellas se recuerda a menudo: el 26 de abril del año 2000, cuando un grupo armado conocido como las AUC se adueñó de la vida de 5 jóvenes del corregimiento, haciendo correr su sangre por las aceras de la plaza principal.
Recuerdos del día de la masacre
El reloj de la iglesia del corregimiento de Mesopotamia marca las 6:30 de la tarde con un campanazo, y don Javier Bedoya, un campesino de tez morena y mirada tranquila, descansa recostado en su cama. Al rincón, su pequeña nieta de ojos grandes, piel blanca y cabello negro, le da besos por toda la cara y brinca sobre sus piernas como jugando con un muñeco. Al parecer, tantos besos y el sonido de un radio encima del nochero reproduciendo el “santo rosario” de manera intermitente, no le impiden recordar que en el año 2000, a esta misma hora, escuchó varios disparos de un fusil cerca de su casa sin imaginar que una de esas balas tendría como destino el cuerpo de Óscar Andrés, su hijo mayor. Mirando la pared sin un punto definido, afirma que recordar lo sucedido viviendo en la misma casa y descansando en la misma cama, es como volver a vivirlo.
En ese mismo cuarto, está doña Amparo Arango, sentada en la parte baja de la cama sobándose las manos mientras escucha a su esposo Javier. Aunque el tiempo le ha permitido recordar sin llorar, su mirada se torna un poco triste y su cuerpo se doblega ante una danza que la lleva a mecerse de adelante hacia atrás de manera inconsciente. Juntos, don Javier y doña Amparo, empiezan a reconstruir la imagen de su hijo Óscar Andrés y lo sucedido ese 26 de abril de hace 20 años, donde además murieron Luis José Cardona, Diego Jaramillo y Diego Armando Campo, habitantes del corregimiento, junto con el maestro de escuela Juan Cástulo Jiménez. Estos, son sus recuerdos del día de la masacre.
Javier Bedoya: Osquítar era un joven muy serio, a sus 17 años ya parecía todo un señor. ¡Sí hacía sus chistes por ahí con los amigos!, pero en general era muy callado. Era el mayor de nuestros tres hijos y estaba cursando el grado Once en ese año. Cuando no estudiaba le gustaba salir a jornalear por ahí para conseguirse su “platica”, o manejaba tractor, porque ya sabía manejar. Era muy buena persona, de muy buen genio.
Amparo Arango: Ese miércoles 26 de abril, mi hijo Óscar salió a estudiar a las ocho de la mañana al colegio de aquí de Mesopotamia, como todos los días. En ese entonces los dejaban salir a desayunar y vino a desayunar. Más tarde bajó a almorzar y se cambió el uniforme. Como él siempre preparaba la masa para los buñuelos de la merienda, me dijo que le organizara todo para hacerla, y así fue. Yo salí a ordeñar y cuando volví, Óscar ya tenía los buñuelos fritos, entonces cogió un cuaderno con un lapicero y salió a alfabetizar.
Javier Bedoya: Cuando llegué de trabajar, me acosté en la cama a ver televisión, Ha sido mi costumbre. Cuando a eso de las 6:30, 6:45 de la tarde, se empezó a escuchar el tiroteo y la gritería por allá arriba… ¡Disparos por allí, disparos por allá! Lo único que pensé fue: “¡se nos metió la guerrilla!”
Amparo Arango: Lo que hicimos fue escondernos en un sótano de aquí de la casa, sentados en unas escalitas.
Javier Bedoya: Al momentico, por ahí pasadas las 7:00 de la noche, escuchamos a las muchachas de don Bertulio Jaramillo llorando y gritando:
“¡Mataron a bandejita!”
¡Y ahí sí caramba!, me broté yo para fuera, y cuando subí al parque vi los cinco muchachos, los unos encima de otros. A nosotros mismos nos tocó hacer el levantamiento de los cuerpos porque aquí no había policía, ¡no había nada! Alberto, un señor que le llaman “el perro” aquí en el pueblo, me ayudó a lavar a Óscar con una manguera, así como lavando un marrano ensangrentado, porque esa sangre al momentico se secó y se congeló. Cuando terminamos el padre Alberto Ramírez nos dijo:
“Lleven los cuerpos para la iglesia. ¿Cómo se los van a llevar para la casa? ¿Para qué?”
Y así fue, llevamos a los cinco para la iglesia y allá los pusimos en unos escaños.
Amparo Arango: Después de que los llevamos para la iglesia ¡se largó un aguacero! Al momento llegó la ambulancia por un muchacho que había quedado herido y se lo llevó. Luego cada uno se fue a dormir a su casa…Ese día nunca apareció el ejército ni la policía. Los soldados habían estado en el pueblo durante la Semana Santa, pero el día que pasó eso, ya se habían ido.
Javier Bedoya: Al otro día, a eso de las 7:30 u 8:00 de la mañana vino la funeraria por ellos. Pero de autoridad no hubo nada, ¿que a mí me hubieran entrevistado o alguna cosa?, a mí no me preguntaron nada, lo único que nos dieron fue la partida de defunción. Ya a las 4:00 de la tarde enterramos a los cuatro muchachos de aquí, porque el profesor que enseñaba en el colegio se lo llevaron para Medellín.
Con resignación, más no con olvido, así pasan los días don Javier y doña Amparo en esa casa que vio crecer a Óscar Andrés hasta que un grupo del que desconocen rostro y nombre, se los arrebató para siempre sin razón alguna, pues a pesar de que una nota publicada en el periódico El Tiempo 2 días después de la masacre culpa a las AUC de este acto, ellos aún no saben que este grupo paramilitar fue el causante de su dolor, y para los dos, saberlo ya no tiene relevancia.
¡Disparos por allí, disparos por allá! Lo único que pensé fue: “¡se nos metió la guerrilla!”
Un hecho que marcó la vida de la comunidad
Esta reflexión, la escribe una joven que no alcanza a tener memoria fidedigna de lo ocurrido en Mesopotamia durante el conflicto armado, tenía solo 5 años cuando todo ocurrió. Sin embargo, siempre he escuchado fragmentos de historias contadas por mi familia o personas cercanas que vivieron en carne propia la indolencia por parte de los grupos armados en esta época de nuestro Corregimiento, donde personas como don Javier y doña Amparo salieron con una llaga en el corazón y la memoria.
Cuando empecé la Universidad, recuerdo que uno de mis primeros trabajos de periodismo lo hice referente al conflicto armado en este pueblo, pero el hecho de entrevistar a una persona para revivir un pasado doloroso me parecía incorrecto. ¿Quién soy yo para recordarle eso?, me pregunté en ese entonces y aún me lo pregunto, porque 4 años de carrera profesional me ayudaron a comprender que se necesitan personas y profesionales que tengan la sensibilidad y el respeto necesario para investigar, hablar y escribir sobre este tema, y no sé si yo los tenga.
Sin embargo, reconozco que hoy en Mesopotamia, como en algunas zonas de Colombia, el conflicto armado es parte del pasado, y es importante que empecemos una lucha en contra del olvido, donde comprendamos que la evocación de estos hechos, como lo explica Ángela Patricia Aguirre, analista y asesora en cooperación internacional al desarrollo de justicia transicional, no debe corresponder única y exclusivamente a las víctimas, ni a los victimarios, sino que es un derecho de todos los colombianos por conocer la verdad de lo ocurrido.
Pero, ¿habrá algo más complejo que la verdad?, en algunos casos ella es subjetiva y muy personal. Por lo tanto, en esta ocasión quiero hablar sobre una verdad construida a partir de lo que conozco sobre mi pueblo, sobre su gente, sobre lo que pienso y siento que vivimos en el presente luego de un periodo de incertidumbre como lo fue el conflicto, teniendo como punto de partida la masacre ocurrida en el 2000, y lo que este hecho ocasionó en la cotidianidad de sus habitantes, debilitando sentimientos y procesos tan necesarios en un territorio como lo es el sentido de comunidad.
Este acontecimiento marcó un hito en la historia del Corregimiento, pues según algunos de sus habitantes, detonó el miedo, la desesperación y angustia en las personas, lo cual se vio reflejado en el desplazamiento forzoso de muchas familias: ese hecho sembró mucho miedo en la gente, el pueblo quedó en soledad…Esa misma noche en que enterraron los 5 muertos, se veían muchos camiones saliendo con equipajes, expresa Alicia, habitante del corregimiento.
La frialdad de ese acto ejecutado por las AUC, ocasionó además, un miedo generalizado en las pocas familias que se quedaron. Se resguardaban en sus hogares con miedo de salir a la calle, empezó a darse un distanciamiento entre los grupos familiares que rompió así los lazos de la comunidad e hizo predominar la desconfianza en el ambiente social. Según Beatriz Elena, enfermera y Magíster en Educación y Desarrollo Comunitario, la presión de los distintos grupos armados, las muertes, intimidaciones y amenazas modifican las relaciones vecinales, la cohesión y el sentido de comunidad, una consecuencia que se refleja hoy en Mesopotamia.
A pesar de que se siguieron presentando diferentes hechos victimizantes en el corregimiento y sus veredas aledañas, como secuestros y asesinatos después de dicha masacre, la tranquilidad retornó con el pasar del tiempo. Una tranquilidad que respiramos y disfrutamos al no escuchar de nuevo las ráfagas de los fusiles anunciando nuevas víctimas, al poder llegar a nuestros trabajos por los caminos del campo sin la zozobra de encontrarnos con varios hombres armados que pregunten sin razón alguna: “¿dónde está la guerrilla?”.
Pero en lo profundo de esa serenidad que se recuperó y caracteriza en el presente a Mesopotamia, alcanzo también a percibir que aún se requieren esfuerzos que lleven reconstruir ese sentido de comunidad debilitado por el conflicto, pues a pesar de que se gestaron diferentes procesos que le permitieron a las víctimas directas e indirectas, lograr de alguna manera vivir con el dolor, es necesario que hoy, 20 años después de lo que pasó, sus habitantes, incluidos los que no fuimos testigos de esta época, comprendamos que debemos llevar nuestra mirada más allá de esa realidad de sentirnos protegidos, bajo esa lógica de seguridad democrática basada en la necesidad de fortalecer las actividades y presencia de los organismos de seguridad, como el ejército o la policía, a lo largo de nuestro territorio.
Se requieren esfuerzos que lleven reconstruir ese sentido de comunidad debilitado por el conflicto
Este sentido de comunidad, permitiría sentirnos parte de este grupo llamado Mesopotamia, compartiendo el sentimiento de que nuestras necesidades colectivas, ya sean sociales, culturales o formativas, serán atendidas bajo un compromiso cooperativo entre todos y todas.
Sin embargo, fortalecer ese sentir en nuestra comunidad, requiere un esfuerzo adicional por tratar de reconstruir también nuestro arraigo territorial, pues como lo expresa don Javier Bedoya, aún hay un fuerte sinsabor frente a lo ocurrido: Como decía doña Marina, y yo estoy de acuerdo con esa señora: “para mí, a Mesopotamia lo pueden forrar en oro, y ya para mí no es lo mismo la vida”.
De igual manera, Libardo Valencia, otro de sus habitantes, ve el desplazamiento forzoso ocurrido en el corregimiento como algo acertado, y asegura que, si él hubiera podido irse, seguramente su vida sería diferente: muchos de los que se fueron dicen: “si yo no me hubiera ido de Mesopotamia estaba en la olla. Me vine de allá y conseguí plata”. Y los que quedamos, nos quedamos sometidos porque estábamos aguantando la pobreza absoluta, y ahora algunos todavía la aguantamos y seguimos en lo mismo, el conformismo.
La transformación de estos pensamientos, deberían ser el primer paso para imaginar que Mesopotamia puede construir una realidad bajo ese ideal de “sentido comunitario”, que permita la asociatividad de sus habitantes en pro de construir un territorio de paz. Un trabajo en el que el Estado desempeña un papel fundamental mediante estrategias y procesos permanentes de capacitación y acompañamiento.
La paz requiere cambios, así lo expresó Virginia Bouvier en su intervención realizada durante el Seminario “Escenarios Posconflicto en Colombia”, y en Mesopotamia , 20 años después de la masacre y 17 años del retorno de la tranquilidad, existen cambios por hacer: resignificar pensamientos frente a lo ocurrido, que nos permitan comprender que los conflictos son necesarios, pero su resolución, tiene que ser constructiva, de manera que se tejan alianzas que permitan la creación de espacios de diálogo, generación de ideas y propuestas para la paz y la comunidad.
“Cuantos niños crecen en miseria y desamor”, este mensaje fue escrito en el marco de una marcha realizada en Mesopotamia hace aproximadamente 11 años, para conmemorar los hechos ocurridos durante el conflicto armado y rechazar la violencia en nuestro país. De todos los ladrillos escritos aquella vez, este es el único que aún se preserva.
Vale la pena reconocer que en la actualidad se están dando propuestas para este trabajo comunitario que ha convocado especialmente a los jóvenes de nuestra comunidad, como el grupo juvenil Jóvenes Entregados al Trabajo de Cristo (JETCRI), liderado por el párroco del Corregimiento, y el nuevo colectivo de baile “DanzaViva”. Además, contamos con una buena señal, y es que después de aproximadamente 10 años sin tener propuestas para la creación y la formación cultural en Mesopotamia, por fin existe voluntad por parte de la Administración Municipal de La Unión de reabrir estos espacios en nuestra Casa de la Cultura. Estamos dando pasos, pero aún se tiene mucho camino por recorrer.
Fuentes de apoyo
- Vida cotidiana y conflicto armado en Colombia: los aportes de la experiencia campesina para un cuidado creativo. Investigación realizada por la Enfermera. Magíster en Educación y Desarrollo Comunitario. Doctora en Salud Mental Comunitaria. Profesora Asociada, Facultad de Enfermería, Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia).
- Escenarios Posconflicto en Colombia: agenda, oportunidades y hoja de ruta. Relatoría del seminario Barcelona, 5, 6 y 7 de mayo de 2014.}
- ¿Por qué es importante la Memoria Histórica en Colombia?: Escrito por Ángela P. Aguirre J. en la Revista Nova et Vetera de La Universidad del Rosario.
- Blog community Psychology: Sentido de comunidad y participación. Elaborado por Isidro Maya-Jariego
- AUC matan a 5 personas: Publicación digital del periódico El Tiempo.
- ¿Conflictos, son necesarios?: Publicación en diariocorreo.pe
- Entrevistas con testigos del conflicto armado en Mesopotamia.
- Entrevista con el padre y la madre de Óscar Andrés Bedoya Arango, uno de los jóvenes asesinados en la masacre del 26 de abril del año 2000.
Fotografías por la autora.
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